La costa de Esmeraldas, históricamente un pulmón verde y una fuente de vida, ha sido el epicentro de una tragedia anunciada: el derrame de miles de barriles de petróleo que se ha filtrado en sus ríos y ha invadido sus playas. Lo que en un principio parecía un incidente más de las tantas roturas del sistema de oleoducto transecuatoriano (SOTE), que transporta petróleo desde la Amazonia, hoy es una de las peores tragedias ambientales que golpea a miles de familias de al menos tres ciudades de esa provincia del norte de Ecuador. Con cada gota de crudo que toca las aguas y las tierras, la huella de esta tragedia se profundiza, arrasando ecosistemas frágiles y poniendo en peligro la vida de miles de personas que dependen del mar y la tierra para sobrevivir.
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